PROYECTO Escuela San Adalberto
Ricardo Reyna García (Adaptación)
Catequesis familiar
Desde el comienzo de las Escuelas católicas hasta el día de hoy, se ha preparado a los niños para acceder al sacramento de la comunión eucarística. Esta preparación se ha adecuado siempre a las normas eclesiales, tanto en lo referente a la edad de la misma como en los años y contenidos fundamentales de la preparación.
1. Criterios sobre la primera comunión en escuelas.
Con el fin de responder a los tiempos actuales, aquí se ofrecen las pautas a tener en cuenta en todos los centros de cara a la preparación para las llamadas “primeras comuniones”, y que aquí reproducimos:
Premisas:
La preparación catequética para los sacramentos, incluyendo la que llamamos “primera comunión”, ha formado parte de nuestra misión como catequistas, dándole una gran importancia. De hecho, en los más recientes documentos (de las Escuelas católicas) se afirma con fuerza que la catequesis es constitutiva de nuestra escuela. En consecuencia, estamos obligados a hacerlo del mejor modo posible y, por tanto, discernirlo a la luz del Evangelio de acuerdo con los recursos, la situación social, la realidad del centro y las orientaciones de la Iglesia.
La situación social en que nos encontramos no es la misma que en otros tiempos: la sociedad no se define cristianamente, aún más, dificulta notablemente la maduración de la persona y la acogida del don de Dios. Incluso el esfuerzo catequético de los últimos siglos ha sido ahogado en gran medida por una falta de respuesta adecuada de la Iglesia a esta situación social y nos encontramos con que las familias tampoco amparan al niño catequizado. La primera comunión se ha ido transformando en un acto social cuyo contenido con gran frecuencia contradice el contenido del sacramento. Pese a los intentos para evitarlo a finales de los 60 y años 70, al final hemos sucumbido ante los hechos y nos hemos quedado en un “hacer lo que se pueda”.
Sin embargo, la terca realidad se empeña en mostrarnos que el “hacer lo que se puede” se traduce en algunos resultados a corto plazo y en muy escasos resultados a medio y largo plazo, añadiendo la figura del escándalo en niños (que viven la contradicción en su casa y el día de la celebración) y en una sociedad que señala con el dedo farisaicamente este acontecimiento social. Ante esta realidad no sirve aplicar “razones pastorales”, pues la misericordia con los niños y con la sociedad ha de traducirse en señalar claramente cuál es la herida y hacer lo posible por sanarla.
Con estas premisas, nuestra respuesta debe ser:
Potenciar los grupos más significativos de jóvenes y adultos que vigoricen la Comunidad Cristiana, garante de testimonio y acompañamiento y sujeto de la catequesis según nuestras reglas y la teología pastoral. Esta comunidad cristiana, que supera el reducido círculo de los niños de primera comunión, deberá hacerse presente en algunos momentos significativos del itinerario de los niños.
Caminar en la dirección de que esta formación para la Eucaristía se inscriba en un proceso de iniciación en la fe más amplio, que responda a sus aspiraciones y necesidades, de modo que los niños se sientan llamados a continuar su formación para crecer gozosamente como cristianos. (Seguimos manteniendo, por otra parte, la necesidad de al menos dos años de catequesis antes del sacramento y una edad mínima de 8 años para recibirlo, respetando las normas de la Iglesia local cuando son más exigentes).
Incluir a los padres y madres de los niños en este proceso formativo, de modo que en todos los centros en que se celebren primeras comuniones se tenga catequesis familiar o, en su defecto, se trabaje con los padres en reuniones formativas -al menos cuatro mensuales.
Por nuestra parte, hemos de hacer lo posible para que el día de la celebración no contradiga la formación cristiana recibida y el sentido del sacramento. Invitaremos ese día a la solidaridad con los más pobres (compromisos, colecta, información...) de acuerdo con la caridad y la fraternidad que el sacramento significa; evitaremos el excesivo protagonismo de los niños que no siempre responde a intereses sanos, sin negar su importante lugar en la celebración y, finalmente, evitaremos decididamente que el tradicional vestido de túnica blanca -ligado a la simbología bautismal- se convierta en el baile de disfraces que la presión social ha establecido: el vestido durante la celebración será una túnica blanca o un sencillo vestido de calle.
En todo caso, invitaremos a que las familias lo celebren de un modo austero, para ello contribuirá un tratamiento específico de este asunto en las reuniones formativas con padres/madres.
Creemos, pues, que la Catequesis Familiar es el mejor camino que podemos ofrecer para el acceso a este sacramento
2. Necesidad y objetivos de la catequesis familiar
La catequesis familiar consiste en la asunción y ejercicio del ministerio educativo que deriva del sacramento matrimonial (en la familia Iglesia-doméstica).
Responde a:
La catequesis familiar consiste en la asunción y ejercicio del ministerio educativo que deriva del sacramento matrimonial (en la familia Iglesia-doméstica).
Responde a:
la necesidad de que los padres asuman su responsabilidad educativa inalienable (que ha de ser respetada y ejercida)
la valoración de la familia como lugar primordial de iniciación a la vida y a la fe cristiana, los padres son desde el bautismo los primeros catequistas;
la falta de catequistas,
la búsqueda de coherencia familiar en relación con la decisión de que su hijo haga la catequesis (si no se daría, como de hecho sucede, el escándalo)
la colaboración, trabajo en equipo y coherencia de los agentes educativos y evangelizadores
la formación educativo-religiosa de los padres, que deben ser urgidos a crecer humana y cristianamente (la catequesis no es sólo para niños), además de posibilitar una unificación en lenguaje y contenidos religiosos;
la formación de futuros agentes de pastoral
la creación y crecimiento de la comunidad cristiana
Exige una mentalización de los padres que han de descubrir, los primeros, los motivos a favor de este método.
Durante esta catequesis se iniciará en la escucha de la Palabra de Dios, compartir experiencias y orar juntos, también en familia. Y se desenmascararán las falsas ofertas de felicidad del ambiente consumista; por otro lado, se ofrecerán testimonios de felicidad en la entrega a los demás y testimonios de seguimiento de Cristo en la Iglesia.
Evitaremos la tentación apologética de discutir siempre defensivamente frente a los prejuicios habituales: es preferible presentar testimonios y devolver a cada uno a su propia experiencia (la discusión ideológica se convierte en escape, alienación, sólo se puede entrar en discusión a partir de la experiencia profunda).
3. En y para la Comunidad Cristiana (del Centro)
El objetivo no son los niños sin más, sino la expansión de toda la comunidad eclesial, signo y realización del Reino.
El objetivo no son los niños sin más, sino la expansión de toda la comunidad eclesial, signo y realización del Reino.
La catequesis se puede dar en la medida en que hay una comunidad cristiana. Ésta se da en parte en la familia, pero se complementa en una comunidad más amplia, con adultos, jóvenes, niños... que testimonian -junto a la familia- la propia fe, de palabra y vida. Sin este testimonio es imposible la catequesis, por eso el aula no basta. Esta comunidad promueve la catequesis, la alienta, reconoce a los catequistas, celebra con los catequizandos, se siente siempre en proceso de crecimiento con la incorporación de nuevos miembros y a través de la conformación progresiva con Jesucristo, su único señor (por la Palabra y la Eucaristía, fundamentalmente, y manifestado en el compromiso y la celebración).
Con la catequesis familiar se quiere ayudar a que los padres se vinculen cada vez más a la comunidad eclesial, evitando que la familia se cierre sobre sí misma (riesgo actual muy poderoso y tan destructivo como la desintegración, si no favorecedor de la misma).
Ya hemos hablado anteriormente de la Comunidad Cristiana. A través de celebraciones conjuntas padres-hijos-catequistas y celebraciones significativas con toda la C.C. se va dando una progresiva incorporación a la misma, de modo que los adultos y los niños aprenden a valorar la vida eclesial, litúrgica, de compromiso, testimonio, escucha de la palabra y comunión de bienes y experiencias y comienzan a participar de este gozo, de esta fraternidad ya realizada aunque todavía no de un modo definitivo. Construimos así la Iglesia de Jesucristo y reconstruimos la familia humana.
4. En la escuela
Esto contribuye de un modo importantísimo a la labor educativa colegial: porque hace que los padres descubran sus necesidades educativas, porque los abre al diálogo entre sí y a la formulación de sus problemas, porque descubren y asumen mejor su responsabilidad educativa y evangelizadora, porque -sobre todo- hace que el proceso educativo-evangelizador sea más coherente y ayuda a que la comunidad cristiana crezca.
Si la escuela busca como finalidad la felicidad del niño y que éste encuentre su lugar en la sociedad y en la Iglesia, la catequesis familiar es una ocasión para abordar esta dimensión vocacional también desde la fe, de modo que los padres colaboren en este proceso -que dura años- desde el respeto y la ayuda a la orientación vocacional de su hijo.
Además, a través de la catequesis familiar podemos encontrar nuevos agentes de la comunidad educativa, padres y madres que se identifican más con la misión del centro y se comprometen como agentes evangelizadores o educativos, como responsables en las asociaciones de padres etc.
No obstante, esta catequesis no se encierra en el ámbito de la escuela: abre a la dimensión eclesial y social y facilita la incorporación tanto de los niños -en su momento- como de los padres (la experiencia lo confirma) a la Iglesia local, aunque en muchos casos piden un proceso mayor para ellos que los dos años de la catequesis familiar.
5. El animador
En este caso, además de lo indicado anteriormente, subrayamos que ha de ser una persona adulta de la comunidad cristiana, mejor aún si es un matrimonio, con suficiente preparación y vivencia cristiana, que cumpla las siguientes funciones:
En este caso, además de lo indicado anteriormente, subrayamos que ha de ser una persona adulta de la comunidad cristiana, mejor aún si es un matrimonio, con suficiente preparación y vivencia cristiana, que cumpla las siguientes funciones:
animar a que los padres desvelen la propia fe y sean capaces de comunicarla a sus hijos (teniendo en cuenta que el objetivo es el crecimiento de la comunidad cristiana);
vincular a los padres a la comunidad cristiana, para que la familia no se cierre sobre sí, y descubra a través de la comunidad su vinculación con la Iglesia universal;
saber explicar los contenidos básicos de la fe cristiana, de manera que una vez asumidos por el matrimonio lo sepan testimoniar a sus hijos;
hacer sentir a los padres la necesidad de una catequesis de adultos y la necesidad de seguir su crecimiento en la fe (en pequeñas comunidades);
ayudar al matrimonio a encontrar caminos de comunicación y diálogo entre marido y mujer, con los hijos y con los demás.
6. Problemas a tener en cuenta
Con los niños nos “atrevemos” todos... con los adultos ya es otra cosa.
Se dan resistencias: «quien va a hacer la primera comunión es mi hijo/a, no nosotros», «antes no se hacía así», «con tantas exigencias no me extraña que la gente se vaya...», es la inercia, la comodidad,...
Con los niños nos “atrevemos” todos... con los adultos ya es otra cosa.
Se dan resistencias: «quien va a hacer la primera comunión es mi hijo/a, no nosotros», «antes no se hacía así», «con tantas exigencias no me extraña que la gente se vaya...», es la inercia, la comodidad,...
A los adultos no se les engaña entreteniéndolos: tienen mucho que hacer y no soportan reunirse con la sensación de perder el tiempo. Por eso hemos de ofrecer contenidos serios que hagan reflexionar o que les valgan para su vida.
La catequesis familiar no puede olvidar que su propuesta de fe va “contracorriente” del mundo: esto lleva a buscar criterios serios de discernimiento y valoración que ayuden a tener un juicio crítico y aporten una visión cristiana del hombre y de la vida, de modo que puedan transmitirlo los padres a sus hijos.
No obstante, sin la dimensión testimonial, de la felicidad en una vida cristiana que a menudo parece “contracorriente”, es muy difícil conseguir que los padres venzan el miedo que produce salirse del modus vivendi de nuestro ambiente.
Donde se vaya a iniciar por primera vez la catequesis familiar, habrán de darse los pasos necesarios para que los agentes estén mentalizados, formados, asuman las dificultades que supone y conociendo sus propias limitaciones y posibilidades, las de los destinatarios y los criterios de la Iglesia local, elijan el material y modo que mejor responda. Esto supone un proceso que lleva su tiempo y no hay que minusvalorar.
7. Modo y organización
No hay un modo único. En general se trabaja con los alumnos de 3º, 4º, 5 y 6ºde Primaria, y con sus padres. En nuestra propuesta se da:
una reunión al menos mensual, con los catequistas en que se prepara el tema, como reflexión, metodología… se ora, se les acompaña escuchando los problemas y también las experiencias positivas;
No hay un modo único. En general se trabaja con los alumnos de 3º, 4º, 5 y 6ºde Primaria, y con sus padres. En nuestra propuesta se da:
una reunión al menos mensual, con los catequistas en que se prepara el tema, como reflexión, metodología… se ora, se les acompaña escuchando los problemas y también las experiencias positivas;
una reunión con los padres al comienzo del proceso catequético, presentando la catequesis familiar, su importancia, la seriedad del compromiso, el método a seguir, los objetivos y las reuniones previstas durante el año (con ellos y con los niños), así como las celebraciones;
reuniones con padres en pequeños1 grupos para preparar cada tema2, haciendo referencias concretas a la vida familiar.
trabajo de los padres con los niños en casa, sobre el tema elegido, a través del diálogo frecuente informal, clima de afecto y espontaneidad... y la elaboración por el niño de una ficha de trabajo (en otros casos se da una catequesis explícita);
reunión de los niños entre ellos en pequeños grupos (que coinciden o no con los de los padres), con animadores (o los mismos catequistas de los padres) que comprueban el seguimiento familiar, al tiempo que realizan actividades en relación con el tema y/o una celebración; en este caso tendemos a pensar que sería bueno hacerlo semanalmente;
frecuentemente esta celebración se realiza también con los padres y es un momento muy importante del proceso (o se realiza con toda la comunidad cristiana);
en momentos particularmente importantes, se puede tener un día de convivencia.
¿Y luego...?
Para los niños, a medida que se acercan a la preadolescencia, se convocan grupos en los que ellos pueden continuar su formación, respondiendo a la necesidad de la “pandilla”, la “amistad” (más tarde), etc. y a la necesidad de una mayor autonomía respecto a los padres.
Para los padres, se les invita a continuar su crecimiento en escuelas de padres, en grupos de fe, en comunidades cristianas...
8. Materiales
El mismo que tenemos en la Iglesia de San Adalberto.
8.1 Es importante que no sean grupos muy numerosos, de modo que se facilite una auténtica comunicación entre los miembros del grupo, que permita revisar la propia fe y el compromiso que comporta.
8.3 Deben tener una frecuencia entre semanal, sin prisas, que permita profundizar, aporte una cierta continuidad y llegue a la vida real de cada uno.
Propuesta en síntesis.
- Abrir un grupo de preparación a primera comunión en familia en Escuela San Adalberto.
- Participar los niños en la misa dominical o sabatina junto con sus padres.
- Asistir a catequesis los padres de familia los días miercoles y jueves a las 2 de la tarde.
- Integrar a éste catequista al grupo de catequistas parroquial.
- Vincularlo o estar vinculado fuertemente al grupo de la Escuela San Adalberto.
- Abrir un espacio para que los niños se preparen durante las horas clase para la primera comunión. Grupos especiales, después de finalizar las clases.
Bajado de internet y adpotado por Ricardo Reyna el 16 de enero del 2008.


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